-¡Los Mancos el único Dios! ¡Muerte a los admin!
Fue Candela quien reaccionó primera, con un salvaje alarido, casi un aullido de rabia y alivio.
-¡Los chiteros! ¡Los malditos chiteros! ¡Por fin han llegado! ¡A las almenas!
Un bramido le respondió. Todo estaba olvidado. Los dos grupos se fundieron en uno solo, corriendo hacia sus posiciones. El clarín cortó el aire de la tarde.
-¿Ryghtus? –preguntó Sabrina, disparando desde las almenas.
-Muerto, señora.
-Míralos. Han olvidado todo. Son soldados otra vez.
-Sí. Por una vez, la llegada de los mancos ha sido una bendición…
A las seis de la tarde el soldado Sega recibió una bala entre los ojos. Quedó en su almena, el mentón contra la piedra, observando ciegamente el lejano horizonte.
-¡Numerarse en pares e impares! ¡Los pares al comedor! ¡Una hora de descanso, café y sopa!
El soldado Matías recibió una bala en la garganta y murió desangrado contra la almena sin que nadie lo advirtiera. Recién descubrieron su muerte cuando llegó su turno de ir a comer.
-Han dejado de disparar…
-Ahá. Me pregunto si…
-¡Ahí vienen!
Fue como otro mar que se cerrara sobre la fortaleza. Bajo el sol de plomo, las hormigas humanas se estrellaron contra los muros disparando, aullando.
El cabo Seth halló en esa almena el fin de su carrera. Nunca volvería a jugar al TTT ni ver a las muchachas de trenzas rubias de PornHub.
El sargento Brunek recibió un corte que le alcanzó la espalda, dónde la punta de la lanza atravesó su pecho.
El combate cuerpo a cuerpo era terrible, visceral. Sabrina mató a un troll, a otro chiter y cuando se encontró su espalda rodeada, alguien le salvó.
-¿Estás bien, señora?
-Sí… si, Candela. Gracias… ¿y los demás?
-Todo bien, señora… mire. Los chiteros se retiran.
Sabrina contempló la marea oscura retrocediendo rápidamente, perseguida por una descarga final. Sin sorpresa descubrió que estaba temblando.
-¿La guarnición?
-Hay varios muertos desgraciadamente, señora.
-¿Seth, Saga, Brunek?
-Sí…
-Muy bien. Ahora tú eres cabo, Candela. Ocúpate de los heridos. Que entierren a los muertos.
-Lamento… lo que ocurrió antes… creo… creo que estaba un poco loca.
Sabrina la contempló fríamente.
-No sé de qué esta hablando, cabo. Aquí no pasó nada antes del ataque.
-Gracias, señora.
-Menos gracias y a la tarea, hay mucho que hacer. –y agregó cansinamente. –Ahora sólo faltan cincuenta y nueve días.
El fuerte ALTAFRUTA sigue allí, negro y feo, enclavado en su oasis de pesadilla. El día ha terminado y pueden descansar. Mañana todo volverá a empezar. En el fuerte ALTAFRUTA la noción del tiempo y espacio pertenece a una dimensión inhumana, pero alguien debe vivir a través de ella.
FIN.