Sabina es el último bote salvavidas del Titanic llamado modernidad. Sus canciones son el último consuelo para poder mascar el pan duro de la derrota sin fin, remojado en las lágrimas de la nostalgia. Me pongo Sabina por si hay insomnio sin un cuerpo presente, Sabina por si hay un buen garche que extrañar. Sabina si por la noche te falta todo, menos una canción de Sabina. Gracias por no dejar suicidar la noche sin antes escuchar una canción tuya.
Y pensar que antes no me gustaba, me parecía una etapa antigua de la música clásica. Pobre de mí, tan inocente e imberbe. Cuando viví en España, precisamente en Madrid, me mojé con sus letras, conocí sus calles y sus noches; sus mujeres y los retorcidos hilos de la pasión chatarrera. Es escuchar esta canción y seguir caminando por el barrio de Las Letras, Tribunal y todo su centro, con sus callecitas hermosas, sus barcitos escondidos y la magia de la ciudad.
Una mención especial de un rosarino perdido en este mundo, trotamundos, a vos Joaquín, el trovador de la vida sórdida y marginal, de las mujeres fáciles y el cantor de las pasiones oscuras. Inmenso talento de transcribir sus vivencias, donde habitan los sueños de tibios y los transforma en poesía.
Uno de los primeros grupos de música que empecé a escuchar mientras inhalaba mis primeros porros prensados, por allá en el 2010. Música "psicodélica" me gustaba decirles, para tener la excusa de ponerlos, fumar y empezar a "entender" la vida, pero era sólo un espejismo. Una carcajada sollozante que me perseguiría más allá de mi propio destino.